Un parque con identidad étnica se levantó en el cantón Montúfar

La réplica de una vasija, conocida como botijuelas, de cuello recto y largo, es el eje central de este sitio de recreación y esparcimiento. Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

La réplica de una vasija, conocida como botijuelas, de cuello recto y largo, es el eje central de este sitio de recreación y esparcimiento. Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

La réplica de una vasija, conocida como botijuelas, de cuello recto y largo, es el eje central de este sitio de recreación y esparcimiento. Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

Los utensilios de cerámica diseñados con figuras geométricas son uno de las vestigios de la cultura Pasto, que ocupó un territorio en el norte de Ecuador y el sur de Colombia.

Estas formas, precisamente, inspiraron el diseño del parque recreacional La Familia de la parroquia Fernández Salvador, en el cantón Montúfar, provincia del Carchi.

Los elementos culturales de este complejo cerámico, también conocido como Cuasmal (1250 a 1534 d.C.), buscan ser revitalizados, explica Susana Chamorro, líder de esta parroquia levantada sobre uno de los asentamientos Cuasmal.

Las crónicas narran que esta tradición alfarera de la zona estuvo influenciada por el fácil acceso que tuvieron los antiguos pobladores a la arcilla, con las que manufacturaban las bellas piezas, una de las más artísticas del territorio.

En el parque de Fernández Salvador, que abarca un área de 1 881 m², resalta la réplica de una botijuela gigante. Esta escultura utilitaria, de cuello recto y largo, fue diseñado como un mirador, explica Rodrigo Pérez, del Taller de Arte Seraza, a cargo de la obra.

El artista plástico, de 43 años, es conocido en la región por ser el autor de otras esculturas de gran formato como las réplicas de dinosaurios, osos, búhos y venados.

Los coqueros, que antes representaban a los sabios del pueblo, decoran juegos como el sube y baja, que se instaló en el parque.

La gigante vasija se sustenta con una columna de hormigón armado de 40 centímetros de ancho. En su base se colocaron plintos de 2,50 metros.

Entre tanto, para construir su cuerpo, que tiene una base cónica, se empleó un armazón de hierro y un revestimiento de arenas azul y blanca y cemento.

Luego se desarrolló el trabajo artístico con el modelado de la vasija. Para el enlucido se utilizó una mezcla de una carretilla de arena por cada quintal de cemento. “Esto permite que el trabajo perdure por más tiempo”, explica Pérez.

Para los acabados, en cambio, se hizo un emporado de cemento y pegamento blanco. La mezcla, conocida como lechado, permite cubrir las imperfecciones exteriores.

Por último, se lijó y aplicó un sellante sobre la estructura. Esto permitió dar la primera mano de pintura. Para ello, se utilizó una base de impermeabilizantes con minerales de colores, que igual ayudarán a proteger mejor la escultura del sol y la lluvia.

Para aplicar los pigmentos se utilizaron tonos terracota, ocre y marrón. De acuerdo con el artista, son gamas similares que utilizaron los antiguos indígenas pasto.

Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

A esta especie de mirador, que está cubierto por una malla metálica, los visitantes pueden subir por una escalera.

El punto es un sitio estratégico que permite una vista panorámica de las explanadas del cantón Montúfar. El paisaje está dominado por los sembradíos de papa, fréjol y cebolla.

A la altura del cuello de la botijuela hay un acceso que desemboca en una resbaladera de 6 metros. Los chicos más intrépidos, en cambio, pueden descender por un tubo, similar a los que se instalan en los cuarteles de bomberos.

En este sitio de recreación también hay otros aparatos lúdicos como columpios, resbaladeras, escalera china y un sube y baja. Este último fue instalado sobre una estructura de una imitación de un hombre masticando hojas de coca. Este ícono, llamado coquero, antiguamente representaba a los sabios de pueblos milenarios.

La construcción de este escenario, que está ubicado en el centro poblado de esta jurisdicción, demandó 150 días de trabajo. El costo de la obra, que incluye el valor de terreno y la construcción, ascendió a USD 46 349. Los recursos económicos fueron asignados por el Municipio de Montúfar y por la Junta Parroquial de Fernández Salvador.

La idea no solo es edificar espacios de recreación y esparcimiento, sino también que rescate la identidad de los antiguos pobladores de la zona.

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