Las comunidades tienen su historia basada en la tradición oral. El recorrido narrado por este sitio dura una hora. Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La técnica de enlucir las paredes utilizando solamente la mano aún sobrevive en algunas comunidades indígenas de Imbabura. A esta práctica se la conoce como marki pirka (pared hecha a mano, en español).
La Casa Mindala, ubicada en la comunidad de Peguche, en Otavalo, es una de las últimas que se construyeron con este sistema. Su nombre es en honor a los comerciantes especializados de la época prehispánica, explica César Cotacachi, quien está al frente de la propuesta cultural.
La edificación, de una sola planta, de paredes de adobe, cubierta de madera y techo de teja, posee un espacio abierto y de multiuso, en el que se instaló la casa taller de arte indígena.
En las paredes blancas de su interior hay piezas arqueológicas y objetos relacionados a la cultura de pueblos kichwas como los Otavalo, Natabuela, Karanki y Kayambi. También, hay un espacio para que los turistas, especialmente extranjeros que visitan el sitio, conozcan la historia de las nacionalidades indígenas del país.
El inmueble, de propiedad de la familia Cotacachi Velásquez, mantiene las características rústicas de las casas más antiguas del entorno. César Cotacachi, de profesión comunicador ambiental y fotógrafo, se autodefine como un defensor de la arquitectura tradicional.
El cielo falso es de caña guadúa. La cubierta está protegida por una membrana plástica y teja para impedir la humedad.
Su mayor inspiración es el Centro Histórico de Quito, al que frecuentaba cuando estudiaba en la universidad. En una de esas tantas visitas nació el proyecto de Otavalo.
“Buscamos ofrecer comodidades en el interior para los visitantes, mientras que afuera queremos que se refleje una casa tradicional”.
A partir del 2003, en 400 de los 2 000 m² de terreno, empezaron a levantar la estructura, que rescata características de la arquitectura antigua. Las columnas de eucalipto reemplazan a las de hormigón armado. La madera es una estructura que tiene más flexibilidad que el cemento, explica el arquitecto Pablo Santamaría, responsable de los planos arquitectónicos de Mindala.
El técnico explica que el uso de la madera ofrece condiciones térmicas. Es decir, durante el día mantiene fresco el ambiente interior y por la noche refracta el calor.
Los constructores instalaron primero las columnas y el techo. “Para que la madera tenga mayor durabilidad cortamos según el calendario lunar”, comenta Rafael Cotacachi, padre de César.
Uno de los detalles que llama la atención son las camineras de piedra que comunican las estancias de la casona.
Luego rellenaron los muros con el adobe. Para ello, emplearon chocoto, que es una mezcla de barro, paja y estiércol de animales, para unir los bloques de adobe.
Una vez que la estructura estuvo lista distribuyeron los espacios, con pequeños muros escalonados que imitan a las terrazas de edificaciones preincásicas. Ahí se exhiben artículos relacionados con la agricultura, artesanía, comercio y música. Son las cuatro actividades principales del quehacer del pueblo indígena de la Sierra norte, explica César Cotacachi.
El complejo se complementa con una habitación de forma circular que, curiosamente, tiene el techo de teja y madera de forma cuadrada. Esta área está destinada para la pachamanka, una técnica de cocción ancestral, y cabañas para alojar a 16 personas.
La Casa Mindala tiene un juego de sombras, al interior, que le da un toque místico y señorial. En una pared hay un mural multicolor que resalta la presencia mítica de ‘taita’ Imbabura y el lago San Pablo. Es un inmueble creado para resaltar la nacionalidad.