Verónica Reed participó en el diseño del mural. Fotos: Vicente Costales/ EL COMERCIO
Para estar en sintonía con las necesidades del ambiente, no hace falta adentrarse en un bosque o subirse a la cima de una montaña ni desprenderse de ciertas comodidades.
Para reducir la contaminación que una familia genera solo hace falta iniciativa y decisión. Sumándole una dosis de ingenio, la arquitecta Verónica Reed construyó una casa, a 10 minutos de Quito, que posee paneles solares y un sistema para reciclar el agua de los lavamanos y duchas, y abastecer a los sanitarios.
Reed cuenta que antes de utilizar el agua reciclada esta pasa por trampas de grasa, por una cisterna y por un sistema de agua filtrada. El agua lluvia, en cambio, se desliza por una viga para luego hidratar al jardín.
Para su correcto funcionamiento, los integrantes de la familia -son cinco- evitan lavarse las manos cuando tienen restos de aceite o pintura. Para ellos esa actividad forma parte de su día a día. También observan como algo familiar las edificaciones que poseen una mínima cantidad de materiales de construcción.
La decoración de toda la vivienda es minimalista. El piso es de hormigón pulido.
La casa de la arquitecta Reed fue diseñada en función del uso de los espacios y para encajar entre los 13 árboles que rodean un terreno de 2 700 metros cuadrados.
Talaron solo uno, pues interfería con la construcción de la cocina. Entonces, entre menos materiales añadidos a la propiedad mayor sería el vínculo con el espacio verde que rodea a la vivienda, de 400 metros habitables.
La casa de Verónica Reed se levanta sobre un terreno de 2 700 metros cuadrados. Son 400 metros habitables.
Reed cuenta que la casa contó con la guía de un diseñador estructural y que fue esbozada para soportar un terremoto de alta magnitud.
Según la arquitecta, el mayor reto consistió en incluir grandes alturas con espacios abiertos sin estructuras intermedias y lograr que los pórticos estructurales, en una mezcla de hormigón armado y estructura metálica, funcionen de manera adecuada.
La estructura metálica a la que se refiere la arquitecta se materializa en unos tubos de exploración petrolera recuperados. Los adquirieron en el Oriente y en total hay 60 metros lineales de dicha tubería.
Su morada también seduce porque se asemeja a una media luna. Reed aclara que fue el árbol central fue el que dio los radios de referencia para que se pueda construir. La vivienda fue edificada hace siete años. Los trabajos duraron 10 meses.
La cocina es abierta. Se conecta con todos los espacios.
También recuperaron madera de la obra para elaborar las puertas de acceso principal. El piso es de hormigón pulido, Hay porcelanato solo en determinados espacios de los cuartos de baño. El soporte de los escalones que conducen al dormitorio principal es un chasís de camión.
Sobre la decoración, Reed la califica como minimalista, pues de una de las paredes solo cuelga un retrato de su esposo cuando era niño, pintado por el artista Nilo Yépez. En la pared central está un mural pintado por Juan Sebastián Aguirre, conocido como Apitatán, y diseñado junto con Reed.