La capilla de Leonidas Proaño fue renovada

El diseño de este santuario, levantado hace tres décadas, busca estar en armonía con la cosmovisión de los pueblos indígenas de la Provincia de los Lagos. Fotos: Francisco Espinoza / para EL COMERCIO

El diseño de este santuario, levantado hace tres décadas, busca estar en armonía con la cosmovisión de los pueblos indígenas de la Provincia de los Lagos. Fotos: Francisco Espinoza / para EL COMERCIO

El diseño de este santuario, levantado hace tres décadas, busca estar en armonía con la cosmovisión de los pueblos indígenas de la Provincia de los Lagos. Fotos: Francisco Espinoza / para EL COMERCIO

Con la cubierta de la capilla de Monseñor Leonidas Proaño renovada, se aprestan a recordar los 29 años de la partida del Obispo de los Indios, el 27 de agosto próximo.

La casona del Centro de Formación de Misioneras Indígenas, en la comuna de Huaicopungo, en San Antonio de Ibarra, Imbabura, construida aproximadamente hace tres décadas, luce remozada.

En el lugar parece haberse congelado el tiempo. Se respira paz. El templo es el corazón de este conjunto que lo complementan pequeñas edificaciones del entorno, elaboradas con materiales de la zona.

En una de ellas pasó sus últimos días el religioso. En ese inmueble, que está ubicado cerca al ingreso del complejo, Proaño apenas vivió un mes, antes de su fallecimiento.

Las paredes de tapial, las columnas de madera, el piso de piedras labradas y el techo cubierto de tejas se muestra como en el primer día, en que fue construido bajo la batuta del prelado imbabureño.

Es por eso, que siguiendo la tradición kichwa se celebrará el wasipichay (La última teja, en español), por la restauración del techo del templo. Un ritual similar se hizo en mayo de 1988, cuando fue inaugurado esta edificación, recuerda Nidia Arrobo Rodas, colaborada de Proaño.

El templo fue construido aprovechando los materiales que hay en esta localidad.

En este complejo de formación y habitacional, que se extiende en una área aproximada de 2 500 metros cuadrados, se buscó plasmar toda la riqueza arquitectónica que tienen los kichwas en su tecnología constructiva, según Arrobo.

Antes de la construcción, los promotores del proyecto recorrieron varios sitios de Imbabura, para seleccionar el lugar ideal. Monseñor Proaño escogió Pucahuaico quizá por la proximidad a San Antonio, su tierra natal. Además, porque está a los pies del taita Imbabura, que es un referente para los indígenas de esta provincia.

Los planos estuvieron a cargo de Manuel Pérez, un especialista en construcción alternativa. El dibujo del diseño, que en otras cosas respeta el entorno, cubrió las expectativas de monseñor Proaño.

La idea era que los kichwas de esta zona sientan que este espacio es parte de su hogar. Por ello, el religioso cuidó todos los detalles. En la capilla, de la que solo alcanzó a ver la delimitación y construcción de los cimientos, propuso que sea acogedora.

Un monumento recuerda al inspirador de esta obra.

En la parte frontal hay un amplio ventanal, por donde se observa al ‘taita’ Imbabura. La idea es que participe de las celebraciones religiosas.

Al pie del altar, además, está la tumba con los restos del Obispo de los Indios. Es un sitio místico.

La luz del día se filtra por ocho ventanales laterales, adornados por coloridos vitrales en donde se resaltan las figuras de héroes como Atahualpa, Fernando Daquilema, Dolores Cacuango...

Una de las edificaciones levantadas recientemente es la denomina Curi Cancha, una especie de patio techado. La cancha, desde el período del Tahuantinsuyo, explica Arrobo, ha sido un lugar para el encuentro de los nativos.

La estructura, que se conjuga bien con el paisaje arquitectónico, fue diseñada por el arquitecto Diego Hurtado. Ahí, el ladrillo reemplazo al tapial, porque está última técnica prácticamente está en agonía.

Junto a la Cancha de Oro, se han construido pequeñas chozas que han sido levantadas por grupos de comunidades kichwas de Imbabura.

En cada una hay nombres de las parcialidades, explica Cecilia Pozo, administradora del Centro de Formación. Ahí, desde hace 18 años se celebra el Festival del Maíz, que busca preservar las semillas propias.

El Centro de Formación de Misioneras Indígenas de Pucahuaico es hoy un espacio para las concentraciones de las actividades locales. También es un escenario para encuentros, convivencias y talleres inspirados siempre en la vida y obra de Leonidas Proaño.

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