Desde un inicio, el obligatorio y prudente aislamiento provocado por el coronavirus supuso un riesgo adverso para el apaleado sector productivo nacional y para el empobrecido hogar de clase media y baja ecuatoriano.
Lo impensable era que, ante una necesidad inmediata para promover la reactivación económica y de generar políticas que apoyen a la empresa privada, el Gobierno se haya empeñado en cargarle con más impuestos a las personas y a las propias empresas, como si no tuvieran ya suficientes cargas tributarias en un país por demás ineficiente.
Es verdad que se requiere de un acuerdo nacional para salir de esta crisis pero este acuerdo no logrará ningún resultado positivo si se lo hace principalmente cargándole de más impuestos al sector privado puesto que más impuestos significa menos liquidez lo que se traduce a su vez en menos capital de trabajo, menos consumo y finalmente mayor desempleo y menor recaudación tributaria. Así de simple.
La cadena económico/ productiva de un país funciona así. Lo que ocurre es que este Gobierno pretende rescatar al Estado y no a las fuentes que producen dentro del Estado. Un grave error que generará un círculo vicioso y que prolonga la recesión económica.
Uno de los debates más importantes en el día de hoy radica entre cuándo se debe abrir la economía y hasta cuando seguir con el aislamiento social. Y dentro de este escenario, la extensión inconsulta del presidente Moreno de ampliar el estado de excepción en 30 días adicionales, contados desde el 16 de mayo resulta incongruente frente a la necesidad del país de regresar a una nueva normalidad productiva en todo el territorio nacional. Por ello, tampoco se entiende como el Gobierno central haya delegado un tema tan delicado como el retorno a la “nueva normalidad” a los municipios autónomos del Ecuador.
En estos momentos, el país necesita de políticas económicas expansivas que favorezcan el crecimiento de la demanda agregada y para mantener el aparato productivo a flote y si el Estado no puede retribuirle al sector privado todo lo que este ha aportado a través de los años, que por lo menos le permita trabajar y reestructurarse dentro de una ambiente benevolente y comprensivo. Hay que estar claros, mientras más dure el aislamiento social mayor será el prejuicio para la economía nacional. El fantasma de la quiebra se acerca para muchas empresas. El desempleo ya es una realidad. La economía no puede permanecer mucho más tiempo en este coma inducido. El Gobierno debe formular inmediatamente un plan para iniciar el retorno progresivo a la actividad productiva pues la demora en el proceso se le atribuye a la falta en la capacidad del sistema de salud pública del país más que a otros factores. Así lo confirman los ejemplos en otros países.