Arroz sucio, mujeres limpias

Así como las pandillas inventan una jerga propia para no ser detectadas por la policía, el correísmo acuñó el membrete ‘arroz verde’ para encubrir las recaudaciones ilegales de campañas electorales que cruzaban cuentas infladas de proveedores y repartían millones en efectivo a los capos altivos y soberanos que ahora niegan padre, madre y Odebrecht. De yapa, el escándalo estalló al mismo tiempo que Netflix lanzaba ‘A la conquista del Congreso’, un documental que sigue la independiente y apasionante campaña de la joven estrella de la política norteamericana, Alexandria Ocasio-Cortez, y de otras tres candidatas.
Se preguntarán qué tiene que ver lo uno con lo otro. Mucho, pues Alexandria, que trabajaba de mesera en una taquería, llevó adelante su campaña en un distrito latino y negro de NY sin aceptar donaciones de corporaciones ni de grandes fortunas porque esa es la manera de comprar y subordinar a los políticos, dijo, tesis que se aplica perfectamente acá donde basta cotejar los contribuyentes de Arroz Verde con las obras más dispendiosas del correísmo para ver dónde radicaba el poder.

Segundo, porque Alexandria es una joven de piel latina y origen obrero que culminó con préstamos y medallas su carrera universitaria mientras su madre portorriqueña seguía arreglando casas y manejando un bus escolar. Ambas soportaron la triple discriminación -por mujeres, latinas y pobres- que debió encarar acá la fiscal Diana Salazar. Descendiente de una familia afroecuatoriana que migró del Chota a Ibarra y luego a Quito, donde siguió Leyes en la Universidad Central y empezó a trabajar en la Fiscalía siendo aún estudiante, en una entrevista que mantuvimos dos años atrás cuando estaba amenazada por un poderoso grupo económico, Diana Salazar relató cómo fue superando con altivez los ataques racistas. Ahora es la primera fiscal negra y la única que ha encausado con rapidez y decisión a la cúpula correísta, que tiembla al oír su nombre.

La documentalista Rachel Lears tuvo el buen ojo de filmar a Alexandria desde el inicio de la campaña en las calles de NY, cuando afirmaba que la lucha era de los de abajo contra los de arriba; es decir, de la gente de a pie como ella contra el establishment de políticos blancos, acaudalados y manipulados por las corporaciones. Ya en Washington, es la congresista más joven de la historia norteamericana y se ha convertido en un fenómeno mediático por su estilo rebelde y un carisma del tamaño de su sonrisa. Socialista democrática, impulsa temas como el seguro médico para todos, la educación pública gratuita y el Green New Deal.

Acá, en cambio, las funcionarias correístas utilizadas para distribuir el arroz sucio de la campaña electoral ya acompañan a Glas en Latacunga mientras otros beneficiarios de los auspicios andan por los techos. O por la Asamblea, como si nada.

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