Decreto 751

Hicieron trampa en toda regla. Con el decreto 751 acaban de romper olímpicamente con las supuestas intenciones de proteger el Yasuní y de “ampliar la zona intangible” para que caminen en paz los llamados pueblos aislados. Metieron la mano donde se supone que no debían tocar. Una vez más, porque esa es la historia del Yasuní, han movido sus fronteras de acuerdo a los intereses petroleros. Han hecho un nuevo ejercicio de simulación. Han ignorado incluso las recomendaciones de sus propios técnicos. Han aumentado ahí para recortar allá. Han escondido la bolita como hacen los prestidigitadores, para engañar a la gente, diciendo una cosa y haciendo otra.

Dónde está la bolita?, es decir, donde está la trampa? Han incrementado unas hectáreas hacia el norte, donde, efectivamente, ha habido alguna presencia de familias tagaeri-taromenani, pero han ampliado la zona de explotación, permitiendo la construcción de plataformas en la llamada zona de amortiguamiento, allí, donde se supone que no se podía. Para toda esa farsa han usado la misma herramienta que el gobierno anterior: la declaratoria de interés nacional aprobada por la Asamblea Nacional cuando Correa decidió explotar el ITT (bloque 43). Lo han hecho con el mismo discurso de que la explotación petrolera se hará dejando la “mínima huella”, cosa que no se creen ni los mismos funcionarios de gobierno porque en 40 años de explotación petrolera no ha habido pozo que deje la “mínima huella”.

El anuncio formal lo ha hecho el Ministro de Hidrocarburos, encargado de las tareas petroleras, junto al Ministro del Ambiente, que es quien da las licencias de explotación. Es decir, el anuncio no se ha hecho pensando en la protección de la vida de nadie, sino en la plata petrolera, en los negocios del “país quebrado” que dicen. En la consulta popular de febrero de 2018 el gobierno preguntó al pueblo si quería ampliar la zona intangible del Yasuní para proteger la vida de los pueblos indígenas aislados. Cuento chino. Debían preguntar otra cosa, porque el decreto hace totalmente lo contrario: amplía la zona de explotación petrolera y reduce, tramposamente, el espacio vital de los grupos aislados y de otras comunidades indígenas que viven en esa zona de amortiguamiento.

Por si eso fuera poco, el decreto limita el turismo, una de las pocas actividades económicas que permite sobrevivir a los waorani de las comunidades de Bameno y Boanamo (Sandoval, dice el Decreto, firmado por quienes no saben ni historia ni geografía).

La Secretaria de Derechos Humanos, que firma de manera cómplice tal infamia, sería la encargada de poner mojones para colocar en el terreno, esos nuevos límites. Quizá se les adelanten los miembros de los grupos llamados aislados, que suelen poner límites a sus territorios con lanzas y con sangre.

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