Un libro fundamental

Sin duda alguna, Alicia Ortega es ya una de las voces más autorizadas de la crítica literaria que se practica actualmente en el Ecuador. Tengo a la vista dos de sus últimos trabajos: el primero, que apareció en 2014 bajo el sello editorial de la Universidad de Cuenca, es una recopilación en dos tomos de los ensayos de Alejandro Moreano, seleccionados e introducidos con un brillante estudio de Alicia: sin pretender ningún protagonismo, ella ha cedido su lugar a quien es el mejor ensayista del Ecuador (según mi opinión, comparte este lugar con Juan Valdano), y ha presentado su obra para mostrar que en ella la literatura se configura como una matriz de cultura. El segundo trabajo, publicado en Buenos Aires por la Universidad Andina y Ediciones Corregidor (2017), es una suerte de ampliación para el público de lo que inicialmente fue la tesis doctoral de Alicia presentada y aceptada por la Universidad de Pittsburgh, y versa sobre la novela y la crítica en el Ecuador del siglo XX.

Hace algunos años, en una mesa redonda sobre la nuestra literatura, aventuré la idea de examinar conjuntamente la crítica y la narrativa que se habían producido a partir de los años 30, puesto que vislumbraba una interesante correlación en el ejercicio de estos dos géneros: durante los primeros años de ese período me parecía encontrar una narrativa dominada por la objetividad que era paralela a una crítica primordialmente subjetiva; en tanto que en los años 70 creía reconocer un giro hacia la subjetividad en la novela, y un esfuerzo de mayor objetividad y rigor en la crítica. No sé si Alicia leyó alguna vez la versión escrita de aquella intervención, y si lo hizo, no sé qué opinión tuvo al respecto. Recuerdo que cuando ella fue mi alumna en la maestría de letras de la Universidad Andina intervino con frecuencia con ideas propias, a veces para contradecir mis opiniones, haciendo posible el desarrollo de ricas discusiones –lo cual me ha permitido tener desde entonces en alta estima su talento. Me satisface ahora encontrar en este libro de Alicia un estudio que, si no va por la línea que yo había intuido, acierta en examinar conjuntamente la crítica y la narrativa. Por diferentes cauces y ciñéndose cada una a sus propias reglas, ambas formas de creación concurren en la formación de un pensamiento cuyas prolongaciones políticas han sido decisivas. Al fin y al cabo, ambas expresan la forma de entender al Ecuador que fue configurándose a lo largo de esos años.

Creo que el libro de Alicia Ortega (“Fuga hacia dentro. La novela ecuatoriana en el siglo XX: filiaciones y memoria de la crítica literaria”) es una de las mayores contribuciones a la literatura ecuatoriana de nuestro tiempo. Quien quiera conocerla de verdad, tendrá que pasar necesariamente por estas páginas escritas con brillantez intelectual y apasionada libertad. Aunque no pueda suscribir todas sus ideas, aplaudo calurosamente a Alicia y me felicito de haberla conocido.

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