Absurdos compartidos

Mientras redactaban la Constitución en Montecristi las críticas a varias de las propuestas, posteriormente convertidas en normas constitucionales, eran respondidas con una descalificación general: “no entienden el nuevo paradigma”. Con el paso del tiempo esas ideas se mostraron peligrosas para la democracia y el respeto de los derechos, fueron usadas para facilitar la acumulación del poder, alterando los pesos y contrapesos necesarios para impedir abusos. El famoso “quinto poder del Estado” instituido en nombre de la democracia participativa, sirvió para trasladar a unas pocas personas la selección y designación de importantes funcionarios, una de las peores soluciones institucionales en la historia del Ecuador republicano, el famoso Consejo de Participación Ciudadana burocratizó la participación, prácticamente eliminándola, poniéndola al servicio de un “proyecto” autoritario, todo bajo una apariencia de estricta constitucionalidad y legitimidad. Tengo la certeza de que muchos de los proponentes y defensores de esta mala idea sabían claramente lo que hacían, pero siempre llamó la atención que personas con un indiscutible compromiso democrático, abiertamente contrarias a toda forma de autoritarismo, se negaran a discutir los riesgos de esa institución.

Algo parecido sucede en estos días, oímos a convencidos demócratas, defensores de derechos, negarse sistemáticamente a señalar los abusos a los derechos humanos cometidos por agentes estatales; así como existen los que minimizan, incluso niegan los excesos y los delitos cometidos en las protestas; también sorprende escuchar a ambientalistas, contrarios al uso de combustibles fósiles, defendiendo subsidios; y con sorpresa escuchamos a economistas sosteniendo iniciativas que aportarán poco o nada a la solución del déficit fiscal.

¿Por qué personas inteligentes, formadas y bien intencionadas cierran sus ojos frente a hechos obvios o ideas absurdas? Una respuesta podría encontrarse en los trabajos de Daniel Kahneman, psicólogo de profesión y Premio Nobel de Economía, sobre los llamados sesgos cognitivos, es decir que afectan la racionalidad de nuestros juicios, dos de ellos parecen estar especialmente presentes: la fe ciega en nuestras creencias sin importar lo absurdo de ellas cuando nos sentimos respaldados por el grupo del que formamos parte, especialmente cuando personas en las que confiamos coinciden con nuestra perspectiva, perdiendo la ‘capacidad casi limitada para ignorar nuestra ignorancia’; y, la forma en que aceptamos como verdaderos hechos claramente falsos porque se repiten una y otra vez como si fuesen verdad. ¿Han escuchado que murieron más de 20 niños en la Maternidad Isidro Ayora en las protestas?

Es posible que asigne un peso excesivo a esos sesgos cognitivos, pero parecen la única explicación a una tendencia marcada a sostener propuestas o ideas abiertamente absurdas o claramente sustentadas en hechos falsos.

Suplementos digitales