Administrar el Metro

Con el título “Operador privado para el Metro, en análisis”, este Diario publicó el 8 de enero amplia información sobre la próxima operación del tren subterráneo, grande esperanza de ayuda para la movilidad en Quito, que ahora cuenta con 2´781.641 habitantes, más que Guayaquil.

Hay una reflexión respecto si se concede la administración del Metro a una empresa privada o si lo haría la municipalidad. Es una discusión inútil, porque el financiamiento de la operación requiere de una fuerte inversión económica en personal administrativo y de mantenimiento y, especialmente, para la infraestructura y funcionamiento por cuenta del operador privado concesionado.

Hay el ejemplo del oleoducto OCP, construido con dinero totalmente privado y administrado por su propio personal. Tenemos también el ejemplo del aeropuerto de Tababela, con éxito indiscutible.

Una administración por ente público, sin duda traería pérdidas. Recordemos lo que sucedió con el ferrocarril administrado bajo la compañía inglesa Guayaquil and Quito Railway Company, cuyo servicio era excelente.

El Presidente Velasco Ibarra lo nacionalizó en 1944-45. El efecto casi inmediato fue algo explicable humanamente: algunos jefes incorporaron a parientes y amigos, los roles de pago de sueldos se multiplicaron. En seguida, unos cuantos dotados de la viveza criolla, tomaban pasajeros en el trayecto y el valor del pasaje iba a su bolsillo. El tren “dañado” quedaba estacionado en la ruta. Investigada la causa, resultó que no hubo ningún daño sino que lo detenían para cobrar horas extras, etc.

El ferrocarril cayó en crisis. Más tarde, lo administró el Crnl. Ricardo (¿) Astudillo. Decidió impulsar el transporte de carga con el sistema “puerta a puerta”. En Guayaquil embarcaban arroz y azúcar para los comerciantes de la sierra. Todo estuvo bien, pero de pronto los que recibían el producto en sus bodegas empezaron a sospechar respecto al peso y se descubrió que, utilizando una especie de embudo con punta estrecha, la introducían en el quintal y sacaban entre 4 o 5 libras de cada uno. Más tarde, más. Los comerciantes dejaron de usar y el sistema fracasó.

Aun fuera del Gobierno, la viveza criolla funciona perfectamente: algunos pagos por leche recibida desde finca se redujeron porque el receptor determinó que la cantidad de grasa era deficiente. El productor enviaba leche pura en un vehículo; y descubrió que en el trayecto cambiaban 50 litros de esa leche por agua.

Estamos viendo cómo en México han estado pinchando los oleoductos portadores de gasolina. En nuestro país deberían revisar, frecuentemente, los oleoductos por sí alguien o algunos, ajenos a Petroecuador, estén actuando de igual manera. Lo que ya perdimos por el contrabando de gasolina a Colombia y Perú es millonario.

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