Ébola, la palabra del miedo

Columnista invitado

Brima Kargbo, el médico responsable de la lucha contra el ébola en Sierra Leona, acaba de morir víctima de la enfermedad. Tenía 39 años y estaba considerado como un héroe nacional por tratar a más de un centenar de pacientes infectados por el virus.

Kent Brantly, un médico estadounidense de 33 años, se ha contagiado mientras combatía la enfermedad en Monrovia (Liberia). Ahora está en un hospital de aislamiento de la Universidad de Emory, en Atlanta. Él y la religiosa Nancy Writeboly reciben tratamiento con un suero experimental, denominado ZMaap, que se encuentra en fases iniciales de investigación y nunca había sido probado en humanos hasta que lo solicitó Estados Unidos para sus dos pacientes. Es producido con base en anticuerpos creados en la sangre de ratones, que se adhieren a las células infectadas con ébola para evitar su avance. Las autoridades sanitarias se muestran aún cautelosas sobre su efectividad, pues se desconocen sus efectos secundarios y si se podría producir en grandes cantidades si se demostrase su seguridad.

El sacerdote español Miguel Pajares es la primera víctima de ébola que muere en Europa. Había recibido el antiviral, pero al parecer la etapa de enfermedad era más avanzada y no dio ningún resultado.

Existen otras drogas que se están investigando, incluyendo una vacuna desarrollada en el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, así como un antiviral canadiense del que ha sido ya ofrecido 1 000 dosis. Estas alternativas son experimentales, no probadas en humanos y las cantidades son limitadas. Estos factores despiertan cuestionamientos éticos, como el uso en humanos de sustancias cuyas consecuencias negativas se desconocen; por otro lado, si van a darse a personas infectadas y existen pocas cantidades. ¿Quiénes son los que se van a beneficiar y quiénes quedan por fuera de esta posibilidad de cura?

Esta epidemia ha desencadenado, además, el riesgo de extenderse por regiones más amplias e incluso distantes al foco original, una reacción de pánico. En algunas regiones de África Occidental existe la creencia que con solo decir ébola en voz alta provoca el aparecimiento de la enfermedad. En las últimas semanas se están sucediendo ataques a ONG y equipos médicos especiales que han acudido a los hospitales de las ciudades con más afectados.

El miedo y el desconocimiento provocan que una parte de la población culpe a los doctores de la propagación del virus. El personal médico y los voluntarios de organizaciones como Médicos Sin Fronteras, son el blanco de ataques de personas que los culpan del aparecimiento de la enfermedad, con lo cual incluso las posibilidades de ayuda vienen siendo cada vez más escasas.
En fin, un grave problema que ojalá nunca nos alcance.

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