Una atmósfera de ligero optimismo y esperanza cobijó el Ecuador luego de escuchar las primeras intervenciones del licenciado Moreno, presidente de la República. Sin embargo “Obras son amores que no buenas razones” y no vemos ni un solo hecho concreto que nos permita mantener esa esperanza y optimismo. Todo lo contrario, basta volver la vista hacia campos vitales para la vida del país; podemos esperar un cambio en la política económica?, ¿podremos estar seguros de que nuestra política internacional no nos haga pasar las vergüenzas que nos hicieron pasar en anteriores gestiones?, ¿podrán los jóvenes estudiar en las universidades que escojan y las carreras que deseen?, ¿se acabarán las instrucciones y hasta sentencias prefabricadas en la justicia y se respetaran los derechos humanos?, ¿se cuidarán los derechos de la naturaleza y del medio ambiente?, ¿cambiará la filosofía y el manejo de los encargados de nuestra seguridad?, ¿ cómo abordaremos la lucha contra las drogas un cáncer cada vez más extendido?, ¿qué ecuatoriano consciente podrá seguir optimista y tranquilo viendo el manejo de la seguridad social?; las dudas se justifican si comprobamos que los más obsecuentes, conspicuos incondicionales y obedientes funcionarios del anterior régimen son los encargados de guiar estas y otras importantes funciones del Estado.
Dios ilumine a nuestro Presidente que puede pasar a la historia positiva del país si toma las acciones que necesitamos, que todos conocemos, y le pone un alto a la corrupción y a los corruptos que siguen tan campantes. En fin la esperanza es lo último que se pierde.