La lucha de clases marxista actualizó el maquiavélico “divide para reinar”. El catecismo del “odiaos unos a otros” abrió nuestras venas para verlas desangrar.
La violencia sembrará sus semillas en tierra virgen como el Yasuní. Familias enteras quedarán separadas, amistades generacionales partidas con un tajo de dolor. Poco a poco se irá desgarrando el tejido social con heridas profundas.