En medio de flores funestas se encuentra nuestra sociedad cobijada por la violencia familiar. Inequívocamente se ha convertido en una pandemia. La atención especial debe ser abarcando con especial énfasis a las víctimas porque no sería extraño que las agredidas se conviertan en las abogadas de sus agresores y eso ocurre en nuestro país.
La violencia en muchos casos es la puerta hacia la muerte de la agredida. En nuestra legislación ecuatoriana el feminicidio está penalizado en el art. 141 del COIP (entrará en vigencia desde el 10 de agosto del 2014).
La violencia tiene un círculo fatuo que inicia con una fase de burlas, amenazas con la “excusa” de hacer mal las cosas; como segunda fase tenemos la agresión que es la expresión violenta y por último la famosa luna de miel, obviamente el agresor pide disculpas, disuadirá a la agredida y nuevamente surgirá este ciclo nefasto. ¿A dónde vamos a llegar con este paradigma avizorado?