Si bien resulta una insatisfacción haber quedado fuera del Mundial de Fútbol, hay de todo esto lecciones aprendidas que bien pueden definir nuestra participación como una victoria. Estos son los hechos: empezamos tímidos contra Suiza, luego algo renovados contra Honduras, nuevamente pusilánimes el primer tiempo contra Francia, pero terminamos nuestro juego con coraje, con un jugador menos y empatando, demostrando que no hay mejores equipos ni países per se, sino países y personas con diferentes actitudes y grados de confianza, qué es lo único que define resultados.
Hoy no estamos en los octavos y aún en la lucha por ser los mejores del mundo, no porque no seamos tan buenos como los otros, o porque no todos nuestros jugadores se desenvuelvan profesionalmente en Europa, sino porque aún no alcanzamos ese grado de confianza máximo en nosotros mismos que nos permita vernos como realmente somos, un país grande, capaz de lograr cualquier cosa.
La actitud de un ganador es la que lo hace llegar tan lejos como se proponga, y fue esa la actitud que mantuvimos los últimos minutos. Por eso digo que esta ha sido una victoria, porque quedará grabado en la memoria el recuerdo de que cuando queremos podemos y de que solo hace falta dejarlo todo, porque la capacidad la llevamos innata. Si esa hubiese sido la actitud desde el primer segundo… Pero no solo en el fútbol sino en toda circunstancia; el día en el que en verdad creamos que podemos ser potencia mundial, ese día la historia del Ecuador habrá cambiado.