Lamentable que los latinoamericanos tenemos la mala costumbre de difamar a personajes que sobresalen y llegan a ocupar posiciones preponderantes.
Los difamamos acusándolos de actuaciones sin tener testimonios que prueben las aseveraciones o desdicen de la actitud moral de la persona, de su pasado.
El papa Francisco no escapa de críticas malintencionadas de sus propios compatriotas argentinos para dañar su imagen. “Qué vergüenza”.