Miro en la TV las impactantes escenas del acto terrorista en la meta de la maratón de Boston y me parece mentira que delincuentes asesinen a deportistas cuyo único pecado fue correr por las calles. Miro también incrédulo cómo, la Presidenta del Consejo Electoral de Venezuela le entrega al señor Maduro el documento que le acredita como presidente del país, a pesar de haber aceptado el reclamo de Capriles y su petición de revisar las actas. El ‘apuro’ de la señora Lucena es un ejemplo de real cinismo e irrespeto a la mitad de los habitantes, pues, una diferencia del 1,5% es tan exigua, que justifica el reclamo y las cacerolas. No hay que olvidar lo que todo el mundo sabe: que en Venezuela impera la corrupción y los organismos de control y autoridades, incluidas las del Ejército, han declarado pública e impúdicamente su apoyo al ‘heredero’ de Chávez. Las prácticas dictatoriales del socialismo del siglo XXl son deleznables pero contagiosas; solo así se entiende que, luego de constatar la realidad catastrófica en que se debate Venezuela, haya países –entre los que se incluye el Ecuador-, que se hayan apurado en reconocer un triunfo sin resultados finales. A pesar de todo, Capriles es el vencedor moral con la mitad de los votos y Maduro no podrá seguir haciendo lo que le da la gana como acostumbraba Chávez. No habrá paz en Venezuela mientras siga el regalo del petróleo y el subsidio a gobiernos sumisos a una economía que se derrumba al compás de trinos de pajaritos y momias ridículas que a nadie asustan.