Los ecuatorianos fácilmente nos ensombrecemos y demostramos una emotividad barata que no nos lleva a ninguna parte. Tal es el caso de juego Ecuador – Argentina, en el que los gauchos se jugaban todo y nosotros nada, nos desnuda frente a una realidad y evidente que nos dejó fuera del mundial de fútbol en Rusia.
Argentina vino con la urgencia de ganar, pero sobre todo convencida de que si lo podían hacer, más aun conociendo que se enfrentaba a un equipo novel, remendado, inexperto, nervioso, conformado por jugadores de varios equipos sin roce internacional. Visto así, el mejor futbolista del mundo (dicen los expertos), tomó partida e hizo la fiesta y los aficionados se obnubilaron frente a un derroche de calidad compartida con otros cracks.
¿La altura?, la única, la de Messi que estuvo a la altura de las circunstancias y que se dio cuenta que al frente tenía a unos muchachos (algunos agotados por lo que hicieron en noches anteriores al encuentro), que con el pasar de los años dirán que se enfrentaron a Messi, pero no dirán que lo hicieron mal.
Un 3 – 1 predecible para nosotros y engañoso para Argentina, porque en Rusia deberá medirse con selecciones de gran nivel acostumbradas a torneos de jerarquía: Alemania, Francia, España y demás. Lo rescatable, una afición ecuatoriana fiel pero decepcionada.
La FEF debe iniciar un proceso de cambio radical, extirpando a los farristas; a los jugadores “símbolo” que ya cumplieron hace rato su ciclo; trabajando con las divisiones inferiores; formando líderes dirigencia les dé primera; y, sobre todo renovando la actual directiva que como todos sabemos nos son gente de fútbol porque nunca se vistieron de corto, saltaron al gramado vistiendo terno y corbata sin conocer las necesidades de un futbolista y las condiciones que se requieren para estar en la cima del fútbol mundial. El cambio propuesto debe darse inmediatamente, de lo contrario corremos el riesgo inminente de enfrentar otra década perdida.