Observé el fin de semana pasado la maravilla arquitectónica del edificio de la Unasur. Me maravillé por su buen gusto, pero también por su abandono y soledad.
Medito, ¿por qué no fue cedido unas pocas horas a nuestros hermanos indígenas que vinieron y estuvieron estropeados, mal alimentados, abandonados en un parque? El edificio se construyó con nuestro dinero y con el de ellos.
Podían protegerse de la inclemencia del tiempo, descansar cómodamente, etc., aunque nunca reclamaron nada.
Hubiese sido un ejemplo del tan cacareado Sumak Kawsay.
En suma, en lugar de haber sido un ejemplo para América Latina, este es un ejemplo más de “elefante blanco” para uso de “minorías privilegiadas” y que, aparentemente o por lo evidenciado, no practican activamente la pluriculturalidad y la plurideología de la que tanto hablan los “revolucionarios y revolucionarias”.
Otra contradicción de lo que dicen y practican. Qué triste.