Muy triste la carta del señor Luis Mario Contreras Morales que EL COMERCIO publicó el 28 de marzo, al describir “con mucha tristeza y pena que inundó su alma, el paso de cientos de indígenas como sombras en la noche, cobijados por el frío y hambre, sin rumbo fijo”.
Más adelante se pregunta “¿Acaso ellos sabían qué hacían correteando por la ciudad?” y su respuesta inmediata es: “No, ellos estaban ahí porque eran víctimas de la represión brutal de los políticos de siempre”.Tirar 12 días a pie, con cansancio, con frío y con hambre…, solo para venir a corretear por la ciudad sin rumbo fijo. Y de paso para inundar de tristeza el alma de don Contreras.
No eran los duendes de ponchos y plumas lo que le perturbó, don Contreras, eran los verdaderos hombres, ellos sí con sus mujeres y sus hijos cargados en sus espaldas, caminando, desde allá abajo, desde donde se termina el Ecuador, con un propósito definido y claro. Debió haber visto que esos “indios” llevaban pancartas donde explicaban que su marcha era por la dignidad, por la vida, por el agua, por los miles de empleados obligados a renunciar.
¿Por qué no nombra, don Contreras, uno de esos “políticos de siempre” que les obligó bajo “represión brutal” a caminar 12 días, sin comida gratis, sin viáticos ni buses a la disposición, sin carpas blancas?
No necesito leer nuevamente ‘Huasipungo’ para llorar por los indios, su carta casi ha logrado ese propósito , pero mi pesar no es por ellos, que cumplieron titánica y valiente jornada, sino porque en pleno siglo XXI haya gente como usted, don Contreras, que denigra, humilla y es ofensivamente condescendiente con sus propios compatriotas , nuestra gente, igual que en el libro de Jorge Icaza.