Tolstoi decía “Las fronteras, los himnos, los escudos y las banderas, han servido para que pueblos hermanos se enfrenten y derramen su sangre en nombre de estos símbolos”; El General Oswaldo Jarrín en su columna del 30 de Enero, ha calificado como legendaria epopeya, al acontecimiento bélico del Cenepa; con el respeto que se merece el destacado y brillante columnista, creo que exagera al bañarlo de una gloria desmesurada a la conflagración que se sostuvo con la hermana república del Perú; por un lado se está reeditando ese pensamiento secular de victimización con que adornaban las clases de historia nuestros profesores en las escuelas; y en segundo lugar, por la vía del patriotismo se pretende agitar un nacionalismo, el mismo que se lo debe hacer, sí, pero desde el arte y la cultura y no recurriendo a episodios lacerantes de nuestra historia, en detrimento de la hermandad que demandan los pueblos en el siglo XXI para su progreso. Tolstoi combatió en la guerra de Crimea en El sitio de Sebastopol entre 1855 y 1856 en calidad de oficial al frente de una legión, esto forjó su carácter, convirtiéndose en un pacifista de talla universal; abrumado por el número de víctimas que arrojaba dicho conflicto y envuelto en un mar de incomprensión por la perversidad humana, esgrimió esta frase de Federico II el grande “Si mis soldados comenzasen a pensar, ninguno permanecería en las filas”.