Se conoce como ‘tirapiedra’, en el argot popular que camina hacia a lo vulgar, a aquellos manifestantes (no me refiero a los protestantes religiosos) que acostumbran a hacer sus protestas saliendo a la calle y que demuestran su descontento, lanzando piedras, contra edificios públicos, contra propiedades particulares de cualquier tipo, etc.
Estamos de acuerdo que no es la manera de protestar. Ellos deberían, con un poco más de educación y formación familiar, buscar la protesta con altura, dignidad, y educación, con el intelecto en alto. Condeno totalmente y con toda mi convicción de tolerante, el ‘tirapiedrismo’. Pero nos encontramos en la actualidad a otro tipo de ‘tirapiedras’: aquellos que se empeñan en defender ciertas ideas o manifestar sus simpatías con ciertos dirigentes, realizando acciones burdas, cometiendo errores, manifestando sumisiones absurdas que llegan a abyección, demostrando su falta de independencia intelectual y su gregarismo sin límites.
Estos, lanzan piedras contra su propio santuario: desacreditan a quienes pretenden defender, ponen en tela de duda la verdadera autoría de sus actos y queda flotando en el ambiente un efecto totalmente contrario al que pretendían obtener. Casos como el de Crudo Ecuador y de Mery Zamora, en lo local, o como lo hecho contra el Alcalde de Caracas en lo internacional, ponen de manifiesto la mediocridad de quienes pretenden demostrar lealtades y terminan demostrando atrocidades que desacreditan a quienes pretenden defender.
Estos son los peores ‘tirapiedras’, que las lanzan para defender una causa y el efecto es atacar esa misma causa. Los verdaderos líderes deberían deshacerse y desenmascarar a estos ‘tirapiedras’, llevarlos a las cárceles.