En la década de los 80, durante el gobierno autoritario de Febres Cordero, se desató la persecución y eliminación de miembros de AVC (Alfaro Vive Carajo). Por coincidencia estuve a la entrada del cadáver de un señor Basantes y pude contar 18 orificios. El clima que reinaba entre los cercanos al Gobierno era inquieto, perturbado, instigado, alzado, sublevado: adjetivos homónimos del soliviantado, es decir, dispuestos a adoptar actitudes rebeldes u hostiles. “Si el jefe puede, ¿por qué nosotros no?”, dirían los serviles. La consecuencia más clara y dolorosa fue el asesinato de los niños Restrepo a manos de alborotados policías q ue dictaminaron que eran narcotraficantes (¿). Como la historia es la repetición de los hechos, en los últimos tiempos vemos con estupor, cómo han vuelto a la palestra los soliviantados de hace 30 años dispuestos a ‘matar’ la fe pública con tal de adular y engordar la faltriquera. Lo actuado por el Sr. Pedro Delgado no es broma de mal gusto; si bien sus dolosas ejecutorias estuvieron ‘protegidas’, ahora que el soliviantado se autodesenmascaró y mordió la mano de quien le daba el pan, no habrá cristiano que le guarde las espaldas y más bien sus delitos serán referidos corregidos y aumentados como los del perfecto chivo expiatorio y se escuchará la palabrita extradición; los soliviantados que quedan se frotarán las manos y dirán, uno menos. La Corte de Justicia le tira la pelota de los concursos para jueces al Consejo de la Judicatura. El juez Garzón ya no sirve. El jefe de fiscalización del Congreso se lava las manos .