La última versión de la multimillonaria propaganda gubernamental promueve el bienestar colectivo sobre el individual. Tremenda ironía, cuando lo único que hoy cuenta es la voluntad omnímoda de uno, a pesar de lo que piensen los demás. Ya es tarde para cambiar, nunca lo hará.
Tampoco hay espacio ni la sensibilidad suficiente para exigirle respeto a la honra y la dignidad de todos. Algunos han abandonado el temor y, pese a las amenazas, comienzan a responderle con la misma sutileza. Como entender este supuesto afán colectivo, si ante el auge de la delincuencia, la protección la recibe solo uno. Con la justicia al servicio irrestricto de uno, todos amedrentados, todos callados.
El tan mentado eslogan del “buen vivir” es obvio que no es para todos. La burla continua de los opositores políticos; el despido injusto de miles de empleados públicos; la pérdida de fuentes de trabajo: la adopción de políticas prestadas por Venezuela, convertidas en leyes con aplicación retroactiva; los nuevos impuestos, impuestos a como dé lugar, terminarán por pasarle factura y despertar la conciencia pública. Cuando ello ocurra, la respuesta será plural. Además, ¿por qué temerle a uno y a un séquito tan singular?