Escuchando declaraciones sobre el IESS formuladas por del asambleista electo Raúl Patiño, parodiando a Jesús Redentor, me dije: “Bienaventurados en el Ecuador los ciudadanos de todos los niveles sociales y económicos que no pagan el impuesto de afiliación mensual al IESS, porque los que obligatoriamente tienen que hacerlo, no reciben ningún beneficio, que por los valores que le descuentan en los roles de pago, tanto del sector público como del privado, bien podrían conseguir otros tantos servicios de seguridad social, sobre todo de salud y apropiadas pensiones jubilares”.
Todos los afiliados conocemos las dificultosas y a veces imposibles citas médicas, sobre todo con profesionales especializados, a través del llamado “call Center”, en donde existen empleadas y empleados que como grabadora le responden que no hay profesionales disponibles y que siga llamando. Y cuando logran obtener alguna cita, a los ancianitos les obligan a trasladarse a dispensarios del norte de la ciudad, cuando viven en el sur, o hasta el de San Juan cuando viven en el Itchimbía. Si las cosas se hicieran bien, como engañosamente decía una propaganda del ungido para el manejo de los recursos de los afiliados, por lo menos deberían disponer de un catastro con los domicilios de los mismos en las grandes ciudades como Quito y Guayaquil, o siquiera de los jubilados, para que no tengan el viacruces de arriba abajo, de oriente a occidente, de un lado a otro, para que sean atendidos en el dispensario más cercano a su domicilio y evitar el caos que ahora existe, o será cuestión de tener funcionarios competentes y creativos, con mística de servicio e iniciativas para responder positivamente al clamor de los afiliados.