He leído la carta enviada por el Sr. Mauricio Cobo, con el título de ‘Homilía’, en la cual reverentemente se refiere a Jesucristo y puntualiza que Nuestro Salvador, si estuviera paseándose en los corredores del Vaticano, se sorprendería al ver tanta riqueza y producción innecesaria; por ejemplo, de armas. Y digo innecesaria porque la paz que Dios establece para el mundo, no se construye con armas.
Los hombres debemos entender que el poder y el dinero son efímeros y que la salud, el bienestar y desde luego la paz son invalorables.
Una Iglesia Católica rica en bienes materiales y poder (inclusive político) no es la voluntad de Dios. Él establece claramente el rol de la Iglesia sobre la base de dos preceptos muy claros: compartir la palabra de Dios compartir todo con los más necesitados, etc.
Ya es hora de que estemos claros de que el Papa no es el enviado de Dios. Es un ser humano como cualquier otro y puede equivocarse. Según sus ejecutorias, parece que está pensando en poner en vereda al Vaticano y demás.
Cuando vino al Ecuador dio algunos mensajes de mucha reflexión que hizo vibrar a más de uno; sin embargo, los mensajes deben ser capitalizados y evidenciarse en hechos como lo hizo Dios al entregar a su hijo por el pan de la humanidad.