En casi todos los preámbulos de las Constituciones del Ecuador el nombre de Dios inicia el contenido ciudadano. Significa que una mayoría absoluta de la sociedad es religiosa y activa participante de su fe.
Inclusive en la última Constitución (2008) que dio ingreso al país del Socialismo Siglo 21 promoviendo el laicado social, se pronuncia el nombre de Dios como parte excepcional y evidente de la creencia ciudadana. Entonces, al margen de la educación laica (escuelas, colegios y universidades del Estado y particulares), y la educación religiosa (escuelas, colegios y universidades católicas), la expresión de la fe se estimula generalmente con oraciones y actos de consagración que, por supuesto, no ofenden la soberanía ni la actitud individual de niños, jóvenes y adultos; con excepciones por supuesto.
Una de esas está contemplada en el artículo de EL COMERCIO “A rezar se ha dicho” que trata con desprecio las expresiones religiosas que -en algunos casos- se mantienen en muchos establecimientos educacionales. Definitivamente el autor no pertenece a ninguna de las confesiones de fe que existen y que son lideradas por la Iglesia Católica pues sus palabras, aparte de ofensivas, ponen en evidencia una opinión atea que intenta distorsionar el contenido religioso íntimo y social de nuestra comunidad con un concepto laical que no se interrumpe ni se ataca.
Existe por supuesto, y la misma Constitución la proclama, la libertad de pensamiento y es lógico que se mantenga como parte de la cultura personal; mientras que esa manera de pensar no se abra y ofenda a instituciones y personas. La existencia de Dios, la Iglesia Católica, la proclamación personal y social de la fe, están naturalmente muy por encima de las expresiones de los incrédulos; pero esto no significa que una ofensa recibida no quede sin respuesta. Por eso, en honor a la verdad proclamada desde siglos y siglos, y a la consistencia de mi creencia, me permito poner estas letras que manifiestan, también abiertas, el error de alguna persona y una de las causas para que este mundo, esta sociedad maravillosa de todo el orbe, no esté más cercana, comprensiva y estrechamente unida dentro de los ejercicios religiosos.