Ser autoridad no es más que una circunstancia en la vida, y el respeto debido es actitud de los subordinados. Cuando el ejercicio del poder “se sube a la cabeza” (envanecerse) se originan problemas.
La Constitución confiere al Presidente atribuciones y deberes (Art. 147) que ejerce independientemente del respeto y consideración que su investidura provoque en la ciudadanía. No necesariamente, en forma indefectible, quien se desempeña como autoridad es respetado. ¡Cuántas veces hemos oído decir que el respeto se gana! Bien se dice: “respeta para que te respeten”.