La indiferencia, el quemeimportismo, son faltas graves de amor al terruño. Esto está pasando con el antes hermoso lago de San Pablo. La voz de alarma de Marco Arauz (EL COMERCIO, 5 de enero), nos pone sobre alerta de la destrucción de este paraje imbabureño.
Antes era hermoso viajar y desde la altura del Cajas por San Rafael, ya brillaba el azul transparente de sus aguas donde el Taita Imbabura se miraba. Hoy todo lo contrario, el lago se está reduciendo, su aguas empantanadas y turbias que dejan una triste impresión, construcciones de casas, canchas deportivas, lavanderías y otros menesteres, son el entorno de este antes hermoso paraje.
¿Qué hacen las autoridades seccionales de Otavalo y de toda la provincia, que ven con indiferencia esta agresión al paisaje?
No a las construcciones de casas grotescas de cemento, planificar para que en los alrededores existan casitas campesinas que alegren el entorno.