Desde antes del Imperio Romano se utilizaron espacios como coliseos, plazas y actualmente estadios que han servido indirectamente para que la sociedad acuda y “desfogue” los sentimientos de ira, alegría, etc., reprimidos.
En nuestro medio esto no ha sido la excepción sin llegar, claro está, a extremos violentos ya que no existían mayores motivos para una expresión dentro de la psicología social, de esta manera. Debemos lamentar que desde aproximadamente cinco años debido a la limitación extrema de estudiantes para continuar sus estudios universitarios, la permisibilidad de consumo de drogas (¿“uso personal”…?) y cada vez más alto índice de hogares disfuncionales ha incrementado la delincuencia juvenil, prostitución juvenil, etc. y violencia in crescendo en los espacios públicos. Nada se hizo desde hace cinco años o un poco más por prevenir este tipo de expresiones de una juventud disconforme y sin educación primaria (la que aprendemos en nuestros hogares); hoy estamos siendo testigos de una violencia que puede llegar a extremos fatales; que debe ser tratada policialmente de una manera enérgica y ejemplar. Al mismo tiempo el Estado y la sociedad debemos preocuparnos por educar a nuestros jóvenes, ellos y sus actitudes son el resultado de lo que nosotros hacemos mal.
Esperemos que se corrija esta “lacra” de nuestra sociedad para que quienes asistimos a estos actos no tengamos que alejarnos, y que sea no una nueva muestra de nuestra sociedad inculta, y resultante de vicios prevenibles. Que comiencen a incubarse bandas delictivas como en otros países que ya se tornan incontrolables.