El Comercio, en su edición del 16 de septiembre, publica una interesante reflexión bajo el título “El Riesgo de no Razonar”, sobre la cual “lamentablemente” estoy de acuerdo, porque dicho análisis se ajusta a la realidad en que, al momento, se desenvuelve la sociedad ecuatoriana por las siguientes razones, entre muchas otras:
1.- Los argumentos que se mencionan en el artículo aludido, respecto a la necesidad de razonar sobre las “eventuales” consecuencias que se derivan de actos de corrupción, convencidos los delincuentes que, por su impunidad, no hundirían a sus familiares, es una triste realidad, pues solo la última sentencia contra “Alibabá y los cuarenta ladrones” probaría lo contrario, porque felizmente no puede haber delito sin culpa y sin castigo.
2.- Lo grave es que, los delincuentes “de cuello blanco”, generalmente no son sancionados tanto dentro como fuera del país, basta recordar los innumerables casos que se mencionan en la voluminosa obra “Panamá Papers”, donde se citan los grandes atracos cometidos por gobernantes y empresarios de Asia, África, América y Europa. Algo más, en el libro titulado “Ojos Vendados” se precisan las enormes fortunas depositadas por un expresidente mexicano y su hermano en bancos “cinco estrellas” de los Estados Unidos, porque a ellos y otros más se les recibe como inversionistas y no como delincuentes.
3.- Lastimosamente hoy, lo importante es ser rico, pues no importaría cómo se obtuvo la fortuna; y, para el sancionado penalmente, supuestamente, bastaría medir “el costo del deshonor de la familia”, frente a los eventuales “beneficios obtenidos”, sabiendo que inclusive la compra de jueces y fiscales no es difícil (o al menos no lo era). Inclusive, cierta generosidad del actual Código Penal por concepto de “Cooperación eficaz”, recogida en el artículo 493, es casi una “tomadura de pelo”, pues por su aplicación se pueden rebajar las condenas al 20% de la “pena mínima” respectiva o inclusive al 10% si se trata de un caso de “relevancia social”.