Quizás muchas cosas se ven diferentes con los años y las circunstancias adversas pero pareciera que los últimos años se ha ido perdiendo el respeto y la consideración por las personas que viven alrededor del propio espacio. Tal vez tiene que ver con que muchas personas vieron de repente mejorar exponencialmente su capacidad adquisitiva y quieren hacer saber al resto del mundo su situación, tal vez es que nadie se ocupó de crear políticas públicas para que todos disfrutemos de una convivencia social sana y adecuada, o tal vez simplemente a nadie le ha importado hacer respetar leyes que sí existen.
Y puede ser que Los Chillos sea una tierra de nadie donde cada quien hace lo que quiere porque ni siquiera hay un solo referente administrativo territorial al cual recurrir. El hecho es que antes de las 6 de la mañana nos despierta el primer camión repartidor de gas con una voz ronca y destemplada a un volumen insoportable, en el transcurso del día pueden llegar a pasar 14 veces (las he contado!) con diferentes entonaciones y volúmenes.
A las 8 de la mañana empezará a sonar un reagetón estridente desde la tienda de abarrotes que por mala suerte queda frente a mi ventana.
Y al salir me toparé con conductores que me lanzarán encima el carro. Me pasarán rompiendo los espejos o se pasarán las señales de Pare en un redondel. Claro que difícilmente alguien cederá el paso al necesitar girar en una intersección y todo se convertirá en un caos donde prevalecerá el más “macho”.
Mucho peor si decido salir a caminar porque terminaré regresando con el pelo y la ropa impregnados del humo de los buses y camiones que circulan a altas velocidades y en permanente competencia.
Y siempre está el consejo de “mejor no digas nada” porque quién sabe lo que te pueden hacer después, seguro que ya hemos pasado por el episodio en que quienes cometen infracciones no encuentran mejor estrategia que ponerse agresivos y amenazar, como el conductor de un vehículo en la autopista que tras golpearme por atrás en medio de un tráfico muy pesado, se bajó con una llave de ruedas para amenazarme con romperme el parabrisas.
Y sí. Ahí una se da cuenta que la violencia está en todas partes y que las mujeres llevamos la peor parte. ¿Será que aún es tiempo de construir una convivencia más sana, un país en el que podamos volver a creer?