La falta de empleo en nuestro país obliga a que familias sin ingresos, para poder subsistir, emprendan en pequeños negocios donde demuestran que tienen habilidades con el fin de diariamente obtener un ingreso. Luego de muchas dificultades, logran conseguir un pequeño préstamo para comprar el tipo de máquina que les ayudaría a fabricar sus productos, sean estos en las áreas de comida, vestuario, metalmecánica, etc. Pero la máquina por sí sola es únicamente el primer elemento de los tres que se necesitan para alcanzar una pequeña producción. Así que la mano de obra, segundo elemento, lo componen todos los miembros de la familia: el padre, la madre y los hijos, luego de asistir a las escuelas y colegios. Y, por último, a falta de capital, el trabajo de toda la familia evita que se creen costos laborales, pues no existen pagos al IESS, salarios y otros costos de producción. La materia prima es adquirida a veces, con altos intereses, por lo que la rotación del producto terminado tiene que salir a la venta o expendio inmediatamente, colocando a otros miembros de familia en la cadena de la venta. ¿Cabe entonces, crear un impuesto a la herencia familiar, a quienes entregaron todo su esfuerzo para poder salir adelante en un país donde subsistir obliga a que toda la familia se integre para lograr sobrevivir?
Cómo se puede cobrar un impuesto a la herencia a quienes son dueños tácitos de las empresas por su constante ayuda y trabajo mancomunado para salir adelante.
El Gobierno está en la obligación de conocer la realidad del país antes de liquidar el último recurso que la población tiene para subsistir.