El término ha cobrado una inusitada importancia por la inesperada y lamentable amenaza de la erupción del Cotopaxi.
Pero también tiene presencia singular en el sector en el cual vivo, que es en el que están Ciespal, IBM, la salida a Cumbayá por el túnel Guayasamín, etc. (para que se orienten).
Las oímos casi todos los días y casi todas las noches, largo tiempo cada vez, hasta que se terminan las pilas o baterías que les alimentan o el dueño o arrendatario del local en que están instaladas, se da buenamente cuenta de que están “activadas” innecesariamente.
Al punto, que solo representan siempre una permanente molestia.
Ya no significan ningún aviso previo ni en “tiempo real “de ningún peligro, sino la constancia, en los más diversos tonos, del descuido, de la negligencia, del abuso.
¿Qué autoridad podrá controlar el sonido de tanta sirena que suena desaprensiva, abusivamente en este sector y en la ciudad, en general? ¿Qué autoridad será competente?
¿A qué autoridad se puede llamar para que actúe inmediatamente?