Para lograr una nueva cédula de identidad –la original le fue robada-, mi esposa acudió al Registro Civil de la av. Naciones Unidas, en Quito. Pero la obtención de su partida de nacimiento, necesaria para el trámite, se ha vuelto un cuento desesperante. A la tercera semana de insistencia le indicaron que “los libros se hallaban mutilados”, por lo tanto debía ir a Turubamba. Allí la han llamado de semana en semana. “No encontramos el libro, vuelva”. Indignada, mi esposa pidió hablar con el Director, pero en su lugar la atendió una atenta secretaria. Pese a sus afanes, la respuesta fue igual: “Vuelva la próxima semana (lunes, el ‘último de enero)”. Retornó en vano. Ese día, por fin, el empleado que lleva el caso dio un número telefónico para averiguar y evitarnos el viaje, pues vivimos fuera de la ciudad. “Llamará el jueves”, dijo. Luego, “llamará el lunes (4 de febrero)”. Ahora hay que volver a llamar el jueves 7. Mientras tanto, entre idas y vueltas hemos recorrido 1 000 km y nuestra paciencia ya consume seis semanas de tolerancia. Si esto ocurre con personas que viven a 60 km del Registro Civil, ¿cuál será la situación de aquellas que por parecidas circunstancias tienen que acudir desde provincias lejanas?