El ambiente de escándalo que ha primado en los últimos meses por los casos de corrupción no debe limitar el análisis a temas coyunturales. Las responsabilidades éticas son personales y los involucrados en situaciones vergonzosas siempre son pocos. Los ciudadanos debemos distinguir entre los dimes y diretes, normales en la política toda la vida y en todas partes, y los intereses nacionales.
El presidente Moreno debe enfrentar asuntos importantes, como el déficit fiscal, el alto endeudamiento público y la falta de empleo, pero no es correcto que sea presionado por ciertos grupos para que abandone su línea ideológica. No es cierto que los gobiernos progresistas teman a las decisiones impopulares. La verdad es que no desean tomar medidas que pongan en riesgo a los más vulnerables. No quisiera que el gobierno eleve el IVA, ni los precios del gas y la gasolina. Debe haber soluciones técnicas que permitan proteger a los pobres y al mismo tiempo, superar las dificultades antes señaladas. Quisiera que siga habiendo electricidad y telefonía públicas y que el IESS permanezca administrado por el Estado, para que las pensiones se mantengan altas y siga habiendo préstamos hipotecarios y quirografarios. Mi deseo es que la salud y la educación, ambas públicas y gratuitas, continúen mejorando.
Los mensajes del Presidente permiten que las ciudadanas y ciudadanos nos sintamos valorados y respetados. La mayoría ha apoyado la autocrítica y las rectificaciones que emprendió Moreno desde que inició su gobierno. Era urgente que hiciera una revisión de todo lo que estaba funcionando mal para enmendar los errores. Ha logrado en poco tiempo un país más democrático y pluralista, sin perder la orientación ideológica que lo ha caracterizado siempre y que la expresó claramente en su campaña electoral.