Al ver que se va a cerrar por cerca de medio año el tramo de carretera que va desde el río Guayllabamba hacia Quito, he recordado que a fines de 1968 se frustró la construcción de un puente que uniera las partes altas de las montañas, con una luz de 300 metros, y no descendiera hasta el río, como en ese entonces. Al cancelarse en ese entonces la licitación del Ministerio de Obras Públicas, se optó por la construcción del actual puente, un poco más corto que el antiguo, pero que no ahorra, tampoco, las vueltas y revueltas del descenso y obliga a ascender nuevamente por la falda de montaña y por ello recibe la tierra de los derrumbes de esa tierra muy deleznable. Debería volver a considerarse esa posibilidad que ahorraría mucho tiempo y dinero y sería más seguro. Las diferencias de criterios técnicos sobre si el puente de acero debía ser rígido o colgante, incidía en que el último fuera más liviano y de menor costo, pero se creía que era demasiado inestable por los fuertes vientos. Quién tenía la razón no es lo importante sino que se estudie si es una buena solución.