Conversando con un taxista comentamos el ofrecimiento del señor Presidente de irse a Bélgica en el 2013. Con una lucidez que me sorprendió, me dijo que se le debería prohibir salir del Ecuador por unos años, para que experimente en carne propia lo que tenemos que vivir actualmente los ecuatorianos en el país que gracias a él tenemos. Si se quedara –lo cual dudo- entre otras muchas cosas, tendría que sacar de su bolsillo, y no de las arcas fiscales, el pago del chofer para que lleve a sus hijos y a su esposa al colegio o a la universidad; tendría que gastar también en guardaespaldas para que él y su familia no sean asaltados cuando salgan a la calle; en cocinero belga o aunque sea ecuatoriano para el pan de cada día, eso sí todos afiliados al IESS y cómo sufriría por su carro que así sea un 4 x 4 caería en los múltiples baches de la “Carita de Dios”.
Otro sufrimiento sería no viajar todo el tiempo interna y externamente, y ya no bailaría y cantaría en las tarimas, todo lo cual a lo mejor le afectaría su salud física y mental y tendría que ponernos a todos los ecuatorianos un ¡juicio por daño moral!
Mejor que se vaya no más.