El sistema democrático del país permite hacer las cosas casi siempre de una manera equitativa, donde cada ciudadano pide y exige oportunidades para realizar actividades que beneficien a una colectividad sin distingo de clase social, raza o religión.
Me quiero referir concretamente al Presidente de la República, que es un ciudadano común y corriente elegido mediante el sufragio universal del voto obligatorio -que no debería ser así- y que el mandante -aparentemente el pueblo- encarga mediante mandato la administración del país en todas sus manifestaciones, en bienestar de los ciudadanos ecuatorianos.
En este sentido cabe subrayar que el ciudadano presidente es elegido por un tiempo definido de cinco años, sin opción a ser reelegido, peor indefinidamente o a perpetuidad “hasta que la plata los separe”, como dice la novela. El ciudadano economista Rafael Correa, presidente constitucional de la República, tiene todo el derecho a defender la Revolución Ciudadana, que es y ha sido su bandera de lucha, y que personalmente reconozco su obra como presidente.
Cómo no reconocer el cambio radical en el magisterio ecuatoriano, poder judicial, obra pública, etc., y que asimismo su intolerancia con la prensa y medios de comunicación, el haber permitido el ingreso de ciudadanos chinos, colombianos, peruanos, cubanos; así como legalizar el consumo de droga a menores de edad, son desaciertos que así nomás no se pueden olvidar.
Finalmente, el hecho que el presidente Rafael Correa se haga a un lado en las elecciones venideras, no quiere decir que Alianza País perderá el control de la Revolución Ciudadana, pues en su interior hay personas con suficientes méritos para ocupar la Primera Magistratura del país. Es la verdadera cantera de “corazones ardientes y mentes lúcidas”.