La separación entre política y religión es útil por al menos tres razones. La primera, existen multitud de religiones, cada una afirmando ser portadora de la verdad.
La segunda, las religiones afirman lo extraordinario sin evidencia. La tercera, porque estas, a pesar de lo que afirman, no son dueñas absolutas de la moral humana.
Hoy y en la historia se ha demostrado que cuando no existe una pared que separe al Estado de la religión, se crean escenarios propicios para gobiernos totalitarios y el quebranto del libre pensamiento y la libertad humana.