Por la plata baila el toro

Y por el oro... hasta el torero. Parece que no se enteraron -o lo disimulan muy convenientemente- que la boda será, por decir algo, sui géneris, ya que siguen con los preparativos como que nada. Los anuncios, los carteles, el boato: ya están engalanadas las plazas y las calles con fotos a colores, luces y comparsas. Siguen invitando a la parroquia; habrá música con banda, majas muy a la moda y caballeros con botas llenas de vino, acentuando las zetas y el ¡joder! Se alistan ya los padrinos y las reinas de Quito para el gran día. Inciensos y mirra por doquier, propaganda a ocho columnas en diarios y TV. Afinan las voces los comentaristas y el cura dará su bendición.... Pero la boda será macabra: la novia ha muerto. ¡Qué nadie se entere!
Habrá payasos disfrazados de matadores, carniceros pasando por ganaderos, borrachines exaltados, como aficionados; y empresarios, ah, siempre "empre-saurios". Mientras su majestad -el toro- despostado tras los chiqueros.

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