¿Se puede opinar sin que se lo pidan? ¡Claro que sí! Allí radica uno de nuestros derechos fundamentales. Pronunciarse sobre un determinado tema no necesita de autorización expresa o tácita de nadie. Uno lo puede hacerlo en la calle, su hogar y su trabajo sin que nadie lo pueda impedir. Solo hay una condición que nace del compromiso no escrito de que ha de hacerse con respeto. Ese acuerdo nace entre gente civilizada, es decir, entre personas que se imponen libremente los límites a los que se puede llegar para defender una tesis.
Hasta cuando se está de acuerdo se impone mesura. Solemos ser atolondrados en los momentos que nos sentimos perjudicados por una opinión distinta a la nuestra o por una aseveración lanzada al viento por un desalmado. Da lástima escuchar insultos o leerlos o presenciar agresiones entre gente que piensa distinto.
Los abusos están claramente sancionados en las diferentes leyes y son necesarias. Este es el escenario actual.
Cuando el derecho a la libre opinión es conculcado y limitado todos nos perjudicamos, cuando se la vigila y sanciona desde el poder político todos somos afectados. Este es el escenario que puede llegar a darse.
Demasiados Pilatos en la Asamblea y fuera de ella.