¡Qué pena!, se van perdiendo nuestras tradiciones

Los profesores de antaño tenían por costumbre llevarnos a museos y otros lugares históricos donde nos daban explicaciones y al regresar a clases presentábamos escritos que eran calificados.

Existen países donde es obligación llevar a los estudiantes a estos lugares, da mucha satisfacción en Atenas, Grecia, ver a alumnos y maestros ascender 156 metros hasta llegar a la Acrópolis para desarrollar las clases de historia; actividad similar realizábamos en Guayaquil cuando nos trasladaban al barrio Las Peñas, lugar donde se asentó definitivamente la ciudad.En cada barrio, lugar de trabajo, diarios, radiodifusoras se leía el testamento del año viejo, el 31 de diciembre, para incentivar a quienes poseían cualidades para escribir con ironía; estos concursos deben volver para alegrarnos e informarnos de la realidad nacional. Las familias católicas se esmeraban para engalanar ventanas y balcones con el Cristo Rey, en noviembre.

Los estudiantes se entusiasmaban con los concursos del Libro leído; el profesor Ignacio Carvallo Castillo fue un tenaz suscitador de esta actividad intercolegial. Pocos contratan ahora a nuestros músicos populares, llamados “lagarteros”, porque equivocadamente prefieren a los mariachis, que no representan nuestra identidad; ojalá reflexionemos y volvamos a estas tradiciones para no perder la conciencia de nuestro destino.  

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