Con el desagradable mote de pelucón el Gobierno señala a las personas acomodadas, poseedoras de mucho dinero. Del calificativo ni los próceres se salvan, ahora los Montúfar son motivo de menosprecio por pelucones, pero algo que olvida la revolución ciudadana es que sus dos íconos Simón Bolívar y el Che Guevara, empleando su mismo despectivo sobrenombre, eran pelucones hijos de familias acomodadas.
Afortunadamente, la importancia de las personas no radica en lo que poseen, aunque para los resentidos sí, la importancia está en los principios y valores que son humanos y no un privilegio como lo material.
Puede ser que el doble discurso dé sus réditos, solo hasta que se le quita la máscara.