El Estado contra los ciudadanos. No pude estar en el lanzamiento del último libro de Diego Cornejo ‘Nux Vómica’, pero he pasado unas horas espléndidas leyendo la presentación soberbia del ‘Pájaro’ Febres Cordero y la respuesta, no menos lúcida, de ese “anarquista emboscado e indócil”, como se autodefine el autor.
En estos “tiempos oscuros” en que “la purulencia del poder” pretende convertir “lo auténtico en falso y en legal lo tramposo” le vuelve a uno el alma al cuerpo saber que hay “sicarios de tinta” que, en la mejor tradición iniciada por Montalvo, nos hacen reír rememorando a los jueces del “chucky seven con el análisis ya escrito”, a las huestes del copy paste de los “revolucionarios de mentirijillas que buscan erigirse en dueños absolutos de la verdad” y a los posesos del dinero que tratan de extorsionar millones de dólares a los poseídos por el demonio de la libertad que resisten al nacionalismo de opereta.
Frente a los que, en el sendero de Goebbels, pretenden impregnarnos a todos del “mal olor de la sospecha”, es bueno y saludable saber que hay homeópatas y alquimistas de la palabra que persisten en los prodigios generosos, soñadores, solidarios, tiernos e inclaudicables de los que luchan por las causas más justas, emulando con Don Quijote y coincidiendo también, Diego, con
la ética de la rebelión de don Carlitos que, en suma, nada
tiene que ver con el oxímoron del oportunismo y el silencio cómplice.
Aunque la antología – muy personal – de Diego mete miedo con sus 500 páginas creo que somos más los que, como él, no hemos renunciado a nuestra forma de ser lírica, épica, ética y estética, por lo mismo, lo acompañaremos en la lectura –de un fragmento de lo que ha producido en apenas cuatro de sus “estúpidamente creativas” vidas fecundas como periodista, novelista, pintor, diseñador, diagramador, gourmet y aficionado a las TIC del mundo.
Finalmente, no creo que valga la pena aludir más a la ignominia que esclareció con su sola palabra don Pedro que sigue siendo el símbolo de la dignidad intacta y es que pesan más, Diego, las décadas del deber cumplido en esa estoica decisión de mirar de qué lado están el deber y el honor de los seres humanos.
Estaba tentado a firmar ‘Un escritor en motocicleta’, pero me doy cuenta de que no hay espacio para los seudónimos y por ello suscribo en Quito el 4 de diciembre del 2011.