Se cerró el caso de la narcovalija; el impoluto Fiscal, pariente del Presidente y ganador del cargo por méritos sobresalientes relacionados con la consanguinidad, dictaminó que los perros eran los culpables porque en la Cancillería habían perdido el sentido del olfato. La asambleísta Tibán, con gran sentido del humor, pidió que por lo menos los perros sean llamados a confesión judicial. Por su lado, el Canciller no descartó que la CIA había conspirado para llenar la valija con droga; los revolucionarios son inmaculados, siempre encuentran vías de escape, hasta ahora no hay un solo culpable de los grandes escándalos. El país de ruga la tortuga avanza a pasos lentos hacia su destrucción con el aval de asambleístas, fiscales, jueces y contralores, todos súbditos del gran jefe. En esta comedia ya se hizo presente la sal quiteña; en el caso de la narcovalija se dice que los culpables no son los perros ni las momias cocteleras, sino sus reemplazos: las momias cocaleras.