Armados de paciencia, con la indignación de la impotencia, bajo un sol ardiente y pérdida de tiempo productivo en largas colas, el común de los ciudadanos pasamos humillaciones para cumplir con la obligación anual de la revisión vehicular. Como en todo trámite público, hemos sucumbido a la falta de criterio y a la resignación de soportar los estragos de vivir en un país subdesarrollado. Ahora se ha inventado un nuevo mecanismo para “organizar” la entrada a la Corpaire, es la entrega de turnos para conseguir turno. Quienes respetamos el mes del número de placa, tenemos que asistir únicamente a determinadas horas de la tarde, de lo contrario nos toca la amarga experiencia no sólo de mirarnos a la cara para constatar nuestra pobre realidad, sino de saber que se tiene que pagar para sufrir esta clase de atropellos.