¿Poscorreísmo?

La derrota del 23-F marcó el inicio del declive implacable del correísmo, que se acelera con la caída de los precios del petróleo y las inconsultas y desesperadas medidas tendentes a equilibrar el presupuesto del presente año. Del triunfalismo electorero han pasado a la fobia electoral; no quieren ningún proceso electoral hasta el 2017 y aspiran, en aquel año, a que existan más de 10 bobos candidatos presidenciales, que le faciliten la división en beneficio de la reelección. Ha empezado a despedirse, justamente, para alentar el avispero de los bobos candidatos que le creerán en beneficio de la división.

Si en verdad quiere irse, no se despida, simplemente disponga el archivo de las falsas enmiendas constitucionales en proceso. En el país existen millones de opositores, pero no hay oposición, por la prematura intransigencia de los candidatos que aspiran heredar el totalitarismo reinante. Esa es la tragedia del momento. Por ello, si se quiere hablar de poscorreísmo, es necesario pensar en una Constituyente que desmonte la estructura orgánica totalitaria, y para ello hay que procurar, con inteligencia y honestidad moral e intelectual, la posibilidad de un solo candidato que, defendiendo objetivos comunes para todas las ideologías, derrote en el 2017 al totalitarismo reinante, y convoque inmediatamente a consulta popular para una Constituyente, que restablezca la República, la moral, la justicia, los derechos y libertades ciudadanas y, fundamentalmente, la autoestima de un Estado plurinacional y soberano.  

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