Los alcornoques y tontos que en alguna ocasión ocupamos cargos públicos importantes, y de altísima responsabilidad en el sector hidrocarburífero y energético, indistintamente, en los gobiernos anteriores; no podemos creer que la corrupción haya llegado tan lejos en nuestra área profesional. Donde familias enteras han quedado al descubierto debido a las jugosas “comisiones” que agnados y cognados han tratado de esconder en paraísos fiscales. No nos cabe en nuestro raciocinio la cantidad de millones de dólares transferidos, que no se alcanzarían a gastar en diez generaciones futuras. Prácticamente se han llevado al peso dos refinerías o su equivalente en billetes.
Lo de alcornoques y tontos nos viene por cuanto en muchas ocasiones, gente cercana o lejana a nosotros, nos han repetido que hemos sido unos “tontos”, al no haber aceptado nunca, algún “incentivo” propuesto; sea para dar paso a un contrato, una auditoría o una venta de crudo, entre otros ejemplos. Que ya deberíamos tener varias casas propias y un par de carros de lujo, o a nuestros hijos estudiando en Panamá, Hong Kong o cualquier otro país extranjero; y que hemos sido unos bobos al no haber aceptado el cohecho propuesto. Nuestra honra siempre estuvo por encima de cualquier paquete de dólares ofrecido. Sabíamos que perjudicábamos a nuestro país y por eso jamás recibimos nada. Cuando terminábamos nuestras funciones, y llegaba el nuevo gobierno de turno, la Contraloría del Estado, máximo a los 6 meses de terminado el período nuestro, realizaba las auditorías correspondientes a nuestras gestiones, Y teníamos que asistir a las lecturas de los informes. Rarísima era la vez que alguien hubiese sido criticado, sancionado y, peor llevado preso por actos de corrupción.
Estoy totalmente de acuerdo con el lema de los que nos gobiernan… “El pasado no volverá”. Seguro que no volverá ya que nuestra especie, generación de funcionarios honrados y rectos, está ya en extinción.