Los hinchas acudieron ilusionados al encuentro entre Ecuador y Colombia y, pese a que el marcador era adverso, mantenían la esperanza de alcanzar la igualdad o el triunfo.
De pronto el ambiente se convirtió en un ruidoso rugir, irritante y distractor. Se desató una maniobra colectiva preestablecida, para acallar cualquier expresión con el sonido de vuvuzelas y cornetines, tan abundantes, como no se había visto nunca en el país.
Poco importó la necesidad de triunfar, el nombre del país quedó relegado ante el siniestro plan preparado para atacar en forma aleve, a modo de advertencia de lo que podría acontecer en el próximo proceso electoral.
Maliciosamente se aprovecha la división y el odio sembrados entre compatriotas. El país debe reaccionar, buscar el cambio, la unión, la honradez y el respeto. Es una derrota deportiva y una derrota a la moral y a la paz.